Un enfoque de derechos humanos en la educación apunta reconocer y potenciar las capacidades de los niños, niñas y adolescentes para aprender en un ambiente de socialización, participación y respeto, donde cada estudiante se sienta seguro, querido, aceptado, comprendido y motivado.
El 5 de septiembre de 2021 fue anunciado un nuevo retorno a las aulas, después de tener dos años en cuarentena por COVID-19. En principio, este regreso a clases se haría de forma progresiva con el esquema gubernamental llamado 7 por 7. Pero en la práctica los centros educativos reajustaron la presencialidad según sus propios contextos de carencias.
Sin duda, hoy se valora mucho más el rol de las escuelas en la vida de los niños, niñas, adolescentes y sus familias. Se aprendió la importancia de las escuelas como un espacio de socialización por excelencia donde no solo se adquieren conocimientos sino además se aprende a convivir. Pero, ¿cómo se dio este proceso en la realidad de cada comunidad educativa?, ¿fueron acompañadas desde el Estado para retornar a las aulas?, ¿qué carencias no lograron solventar? y ¿cómo afecta la salud mental el retorno a clases de los estudiantes y docentes?
Estas dudas guiaron el especial Estudiar entre ruinas, propuesto por Cecodap y la Agencia PANA, bajo la hipótesis de que disminuyó sustancialmente la presencia de niños, niñas y adolescentes a las aulas de clase, por tanto la brecha escolar había aumentado. Sin embargo, en el desarrollo del proceso investigativo se constató una profunda resiliencia de docentes y estudiantes que a pesar de las dificultades y carencias acudieron y se mantienen en sus aulas de clase demostrando un compromiso con la educación.
Estudiar entre ruinas pretende ser un documento con el que la sociedad venezolana pueda tener memoria sobre cómo fue la educación durante la pandemia, y cómo fue el regreso a clases preseniales; así como plantear al país una ruta de trabajo para atender las necesidades de las comunidades educativas.