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Zulia: 

Todos apuestan a la educación, menos el Estado

Ante la ausencia del Estado trabajadores y familiares llevan desde agua y jabón para lavar los baños, hasta papel higiénico. En la región zuliana la matrícula estudiantil se desplomó un 22% entre el 2019 y el 2021

Francisco Rincón / @Frajorim

Olga camina ocho cuadras junto con su mamá para ir al colegio cuatro días a la semana. Está feliz por ver a su maestra y a sus nuevos compañeros. Apenas tiene 4 años y ya sus ojos conocen la precariedad. Está rodeada de ella. A las 8:00 a.m sus pequeños zapatos están llenos de arena y carga consigo una bolsa con una botella llena de agua. 

A la distancia, ve cómo las maestras la esperan, pero no por la entrada principal del Centro de Educación Inicial Elva Marina Ávila Girón, ubicado en la Urbanización Ciudad Lossada 1, parroquia Idelfonso Vázquez del municipio Maracaibo, sino por la parte de atrás, debido a que en la calle principal hay un bote de aguas negras perenne desde hace 10 años.     

La institución educativa estadal, cuya matrícula en el nivel maternal y preescolar asciende a 133 estudiantes, se cae a pedazos. Según vecinos, el terreno donde fue construida la escuela era un jagüey y presenta mucha salinidad que, alimentada con el “abandono y la falta de mantenimiento”, ha ocasionado el deterioro de la cerca perimetral, de las paredes, puertas, portones, fachada y ventanas. Además, los techos de madera están podridos por las filtraciones de agua que generan humedad, lo que aumenta el riesgo de alergias, rinitis e infecciones cutáneas y empeoran trastornos como el asma o la migraña de los niños y docentes. Quienes hacen vida en esta escuela —y otras de la región— deben llevar su propio gel antibacterial y tapabocas, incluso el papel higiénico.  

“Estamos tan abandonados que mi esposa y yo traemos el jabón de la casa para poder limpiar las áreas y los baños. Es muy triste que vivamos esto, pero lo hacemos porque nos duelen nuestros muchachos”, comenta Juan, un obrero de la institución estadal ubicada en el municipio San Francisco. 

Con edades de entre 2 y 6 años los niños padecen el calor, fuerzan la vista por falta de iluminación artificial y crecen entre una estructura de cemento y hierro, carcomida y oxidada. 

La desconexión

Olga no es la única niña que quiere regresar a clases. Para Marcos el colegio representa “aprender y jugar con mis amiguitos”. Su escuela no tiene pared pero sí tiene una cerca de latas y alambres de púas. Con cada brinco el polvo de la arena del patio entra a sus pulmones. Él no quiere perder más clases como ya sucedió cuando estaba confinado por la COVID - 19, porque sus padres no tenían un teléfono inteligente. 


Entre abril y mayo de 2020, cuando miles de alumnos comenzaban las clases a distancia debido a la cuarentena radical a causa de la COVID -19, apenas el 17,6% de las personas encuestadas en Maracaibo por el Observatorio Venezolano de Servicios Públicos (OVSP) contaba con acceso al servicio fijo de internet en el hogar; 56,7% valoraba negativamente el servicio y un 47,4% de las personas ya lo habían perdido.


Gremialistas, directores, maestros y representantes entrevistados para este reportaje promedian que solo cuatro de cada diez docentes contaron con teléfono inteligente o computadora para impartir clases a distancia en municipios como Maracaibo y San Francisco y en centros poblados de otros municipios. Mientras que en zonas remotas, empobrecidas, con baja o nula penetración a internet o telefonía móvil, apenas 2 de cada 10 docentes contaban con un dispositivo electrónico. En el caso de los representantes de los estudiantes la tendencia fue similar. 


Ante esas circunstancias se generaron alternativas, estrategias y dinámicas locales a partir de decisiones unilaterales para que los estudiantes se educaran. Una gremialista, confirmó a la Agencia de Periodistas Amigos de la Niñez y Adolescencia (Agencia PANA) que “muchas veces, burlando las condiciones de bioseguridad, establecimos lugares en la misma comunidad para recibir las tareas y llevarlas a la escuela. Y era en hojitas. Tenemos una educación muy precaria”.


En algunas instituciones atendían a estudiantes y representantes por turnos de manera presencial y las escuelas que contaron con más recursos humanos y técnicos aplicaron estrategias de enseñanza utilizando diversas formas de aprendizaje, basándose en la recuperación de conocimientos y la nivelación,  guías para padres y estudiantes, material didáctico, uso de plataformas comunicacionales y redes sociales como Whatsapp y Facebook.  

 

Atilio Rodríguez, director zonal Región Occidente del Programa Escuela de Fe y Alegría, señaló que “aunque las familias se esforzaron, participaron y nos apoyaron, entendemos que ellos no tienen las competencias para atender a los estudiantes de esa manera”.  


Por su parte Josefina, maestra de una escuela nacional intercultural bilingüe, señaló que en su caso “la mayoría de los niños cumplió con las actividades asignadas, pero cuando regresamos a clases presenciales nos dimos cuenta que los papás eran quienes les hacían las tareas para que no perdieran el año. Los evaluamos con actividades similares y no supieron hacerlas. Accedieron al contenido programático, pero eso no se transformó en un aprendizaje significativo”, lamenta. 


Para Gualberto Mas y Rubi, presidente del Sindicato Único Magisterial-Zulia (SUMA), “nadie estaba preparado para enseñar en pandemia. Una cosa es que un alumno pase de grado y otra es que pueda establecer en su conocimiento lo mínimo de esos objetivos”. En algunos hogares los estudiantes no tuvieron ni siquiera acceso a televisores para ver el programa “Cada familia una escuela” del Ministerio para la Educación.


En esas condiciones, más las consecuencias de la pandemia, el regreso a clases fue un “choque” para algunos estudiantes. Se sentían confundidos, nerviosos, tenían trastorno por déficit de atención con hiperactividad o eran apáticos.

A oscuras

Los racionamientos eléctricos —que muchas veces se extienden por más de cuatro horas al día— en algunas escuelas son un problema menor. En el Zulia hay instituciones educativas que no tienen energía eléctrica en la mayoría de sus instalaciones desde hace años debido al hurto de cables. Durante la reportería de este trabajo se pudo conocer de esta situación en al menos diez planteles en dos de los 21 municipios del estado. 


Tal es el caso del Centro de Educación Inicial Lucila Palacios, la Escuela Básica Estatal San Francisco, el histórico Liceo Udón Pérez y el plantel Plan Emergente Educativo “Luz del Saber”. Solo entre estas cuatro instituciones hay más de 1.000 estudiantes afectados. 


El personal y los alumnos del Centro de Educación Inicial Lucila Palacios hacen vida en los espacios de la Escuela Básica que tiene el mismo nombre y está al lado; en la Escuela Básica Estatal San Francisco improvisaron una conexión con un cable desde el poste de la calle para tener al menos un tomacorriente con electricidad y en el Liceo Udón Pérez personal de Corpoelec tendió un cable desde uno de los postes de la avenida 8 Santa Rita hasta uno de los pasillos cerca de la entrada para las elecciones Regionales y Municipales del 2021. Pero días después personas desconocidas lo picaron para llevárselo y en la actualidad solo una oficina tiene electricidad con apenas dos tomacorrientes operativos y un bombillo. La crisis es tal, que parte del personal administrativo hace sus labores desde sus hogares. 

En el caso del plantel Plan Emergente Educativo “Luz del Saber”, ni la sala de cinco años ni la primaria —que está ubicada a una cuadra— tienen electricidad. 


Es así como miles de estudiantes en el Zulia permanecen en salones de clases con temperaturas hasta de 34 °C, sin ventilación ni espacios tecnológicos habilitados para su desarrollo integral. La crisis eléctrica también cambió las dinámicas escolares al punto de modificar los turnos de las clases teóricas y prácticas, como en el caso de las escuelas técnicas, para adaptarse al horario de racionamiento.   


En municipios como La Guajira la situación es aún más crítica. Según reportes de la Comisión para los Derechos Humanos del Estado Zulia (Codhez), buena parte de las escuelas fueron vandalizadas para contrabandear sus cableados y metales. Se estima que en este municipio existen 178 escuelas con una matrícula de 20.000 estudiantes y para principios de 2021 se promediaba que un 80% de estas instituciones se encontraban cerradas. 

El Estado no garantiza el derecho al agua y saneamiento

“El Gobierno cree que los muchachos son camellos”, dijo una representante en un colegio al oeste de Maracaibo al ser consultada sobre el suministro de agua. 


El acceso al agua potable y al saneamiento son derechos humanos, pero en las escuelas y comunidades zulianas están lejos de ser una realidad. El agua llega cada 15 días en promedio y hay planteles como “Luz del Saber”, en el barrio Udón Pérez II, en los que solo alcanza para 1,5 litros por estudiantes durante dos semanas. Y son los representantes quienes deben llevar todos los días el agua que sus hijos van a tomar.  


En otras instituciones, como el Liceo Udón Pérez, de 66 baños solo seis están operativos con retrete y hay un lavamanos. Esto representa un déficit del 91% y equivale a un retrete por cada 110 estudiantes. 

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La vulneración del derecho humano al agua y al saneamiento de miles de estudiantes en el Zulia ocasiona que, en algunas instituciones, los estudiantes salgan de clases para caminar hasta sus hogares en busca de un baño seguro y con agua; los obreros carguen baldes con agua desde los toneles hasta los baños exponiéndose a sufrir accidentes o lesiones y que la higiene menstrual de las niñas y adolescentes no esté garantizada. 


A veces los niños van a los colegios descalzos o con las gomas rotas. Además, con frecuencia les piden que lleven “un palito de leña para poder cocinar, porque no tienen servicio de gas y las bombonas son muy costosas”.


El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), alertó que la interrupción prolongada de los servicios de educación genera un impacto negativo importante en el aprendizaje de cada estudiante y en su capacidad para desarrollar habilidades sociales y de pensamiento crítico.

Platos vacíos

En las escuelas la disponibilidad de alimentos es limitada y en muchas ocasiones depende de las gestiones propias de la directiva conseguir o no comida. Incluso, las cocineras que palpan el hambre de los pequeños llevan verduras o comparten su comida. “Aquí se desmayan. Vienen sin cenar y sin desayuno. Le damos lo que podemos, pero a veces no hay ni para una arepa”, lamenta una de ellas.


Hay días en los que los estudiantes solo comen arroz con queso antes de ir a clases y escuelas en las que más del 20% de la matrícula padece inseguridad alimentaria. 


Seis directores de instituciones educativas públicas, tres de nacionales y tres de escuelas estadales, coincidieron en que desde que comenzó la pandemia no llega comida del Programa de Alimentación Escolar y solo llega una vez al mes, a través de la Corporación Nacional de Alimentación Nacional (CNAE), insumos que alcanzan máximo para 15 días. Generalmente entregan harina, arroz, pasta, granos y a veces mortadela, pollo o cerdo.

Un cascarón

En el Zulia el regreso a las clases presenciales ha sido paulatino, en horarios y modalidades particulares según el contexto de cada institución. Entre octubre de 2021 y febrero de 2022 el promedio de frecuencia de asistencia era de dos días a la semana y a partir de ese mes los estudiantes asisten entre tres y cuatro días semanalmente; algunos en secciones y turnos divididos. En promedio, el horario de clases es de entre cuatro horas y media y siete horas académicas. Esto, pese al anuncio de Nicolás Maduro de “normalizar las clases al 100%” a partir del 28 de marzo.


Aunque en la región se desconocen las cifras oficiales en materia educativa, un análisis a partir de notas de prensa y redes sociales develó que entre el 2019 y el 2021 la matrícula estudiantil se desplomó 22%. En septiembre de 2019, Omar Prieto, entonces gobernador del Zulia, publicó en su cuenta de Twitter que 900.000 estudiantes de educación inicial, básica, media y diversificada se incorporaron a clases; mientras que, dos años después, en esa misma fecha, Zendy Burgos, entonces directora de la Zona Educativa en la entidad, informó que más de 700.000 estudiantes se inscribieron para este nuevo año escolar, unos 200.000 menos. 

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Una revisión similar a partir de datos oficiales publicados en medios de comunicación social arrojó que en el Zulia hay 2.965 planteles educativos entre los niveles de inicial, primaria, media, técnica, educación de adultos y especial para el período 2021-2022.

 

Al comparar esta cifra con los 2.694 planteles del período 2011-2012, sale a relucir que en 10 años presuntamente se construyeron 271 escuelas, el equivalente a 27 por año. Sin embargo, no se pudo obtener registros ni detalles sobre su ubicación y esto sucedió  en una década de desplome en los precios del petróleo, hiperinflación, crisis económica, emergencia humanitaria compleja y la pandemia a causa de la  COVID-19.  

 
Para Olga, Marcos, y miles de niños, niñas y adolescentes, el hambre, la pobreza, el peligro y las necesidades insatisfechas amenazan con borrar la alegría que sienten al llegar a la escuela, su segundo hogar. Por ahora la educación y quienes la hacen posible intentan ocupar esos vacíos y transformar su realidad, pero casi terminando el año escolar algunos representantes no saben si sus hijos podrán regresar a estudiar. 

Para este reportaje se visitaron siete instituciones educativas, durante las primeras dos semanas de mayo. Se entrevistaron a 18 personas, de las cuales seis eran niños, niñas o adolescentes.


Algunos nombres de alumnos, representantes y docentes fueron cambiados u omitidos para proteger su identidad.

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