Falcón
Sortear ruinas para ser bachiller
Tener un título en la Venezuela post pandemia va de la mano con la destrucción. Sin pupitres o sin salones de clases; sin insumos de bioseguridad y sin calorías diarias: así ven clases los estudiantes de esta región
Jhonattam Petit / @soypetitygarcia
Jesús tiene 13 años. Creció en un sector del municipio Colina. A pocos metros de su vivienda está ubicada la Escuela Primaria Carlos Urbano Penso, que hace nueve años fue derribada por el gobierno regional con el propósito de construir una nueva sede. Jesús finalizó primaria viendo su escuela en el suelo. El Estado no cumplió su promesa de reconstruirla ni modernizarla.
Nunca pudo estudiar primaria en un salón de clases óptimo, sino en un espacio pequeño, sin aire acondicionado —en una región donde la temperatura puede elevarse hasta 40ºC—, sentado en un pupitre deteriorado que en ocasiones tuvo que reparar su papá.
Él, como muchos otros de sus compañeros, vieron clases en una casa comunal desde primer grado hasta egresar de primaria. El espacio fue organizado por activistas del oficialismo, padres y representantes en conjunto con el personal docente.
Ya Jesús es estudiante de media general y asiste al liceo más cercano de su residencia: Unidad Educativa Nacional Sabana Larga. Ahora sueña con convertirse en un genio de la tecnología.
Tuvo la fortuna de tener acceso a internet durante el periodo de clases a distancia producto del confinamiento. El principal proveedor de internet fue Cantv. Jesús no estaba adaptado a esta modalidad, pero el acceso a internet y los dispositivos inteligentes en casa le permitieron cumplir con las actividades escolares asignadas por sus profesores.
Durante el confinamiento, la apatía, el desánimo y la falta de contacto con su grupo de clases influyeron en su récord académico; ahora Jesús debe retomar ejercicios básicos de lectura, escritura y matemática. Está en octavo grado.
Con el llamado a clases que anunció el Ejecutivo Nacional, Jesús recuperó el hábito de levantarse temprano, investigar sus asignaciones y reencontrarse con la práctica deportiva; pero sus padres temen que se contagie por el virus de la COVID-19. En la institución no hay insumos de bioseguridad; es decir, no hay mascarillas, antibacterial ni mucho menos se cumple el distanciamiento social.
El temor no es infundado. En el liceo bolivariano nacional al que asiste hubo un foco de contagiados a mediados del mes de febrero que obligó a suspender las actividades académicas por 15 días. Jesús presentó un leve quebranto de salud, pero luego de dos semanas volvió al aula de clases.
Todas las mañana va a su casa con un recipiente lleno de comida, alimentos donados por UNICEF. Su educación está rodeada de ruinas y diversas dificultades para alcanzar una meta: ser bachiller.
Estructura actual de la Escuela Primaria Carlos Urbano Penso / Foto: Jhonattam Petit
Llegó la comida para vencer la apatía
Aunque las primeras semanas de clases registraron una asistencia del 80% en las escuelas públicas, el 20% restante se reintegró cuando se activaron los comedores escolares por medio de la ayuda de Unicef y el Programa Mundial de Alimentos.
Representantes entrevistados por la Agencia de Periodistas Amigos de la Niñez y Adolescencia (Agencia PANA) dicen que enviar a sus hijos a la escuela significa una carga menos, para la mesa de la casa.
El desempleo es un común denominador entre los entrevistados y, por consiguiente, cubrir la canasta básica es una travesía para algunos representantes.
Pero las madres colaboradoras también se enfrentan a diversos problemas para garantizar el almuerzo y la merienda de los estudiantes, docentes, obreros y personal administrativo. Las fallas en el suministro de agua potable y de gas doméstico imposibilitan a las cocineras cumplir con el plan de alimentación. Hasta 5 dólares se necesitan por cilindro y 10 dólares para una pipa de agua potable suministrada por un camión cisterna.
No obstante, a través de recolectas en las comunidades y la colaboración activa de las madres colaboradoras, los alumnos se retiran a sus hogares con un recipiente lleno de comida sujeta al plan de nutrición de la organización internacional, mientras que el Programa de Alimento Escolar (PAE), sólo distribuye granos.
Clases graneaditas
El Ministerio para la Educación emitió lineamientos para el retorno a clases desde octubre del año 2021 bajo el esquema 7+7. Es decir, durante siete días los centros educativos abrían sus puertas para las clases presenciales y los próximos siete días, serían a distancia. El esquema 7+7 fue implementado por el gobierno venezolano en junio del año 2020.
Las instituciones encuestadas para este reportaje explicaron que el regreso a clases se llevó a cabo progresivamente apegado a la orden nacional. Sin embargo, las escuelas estatales y nacionales no cerraron sus puertas durante el confinamiento obligatorio por temor a actos vandálicos y hurtos por la falta de vigilancia policial.
“Nunca dejamos de trabajar”, dijo una profesora de ciencias sociales a la Agencia PANA.
El personal directivo estableció horarios y días para los docentes de primaria y media general. De igual forma, para las jornadas de limpieza y atención a padres y representantes que no inscribieron a los alumnos por problemas de salud, desnutrición y migración.
Desde enero de 2022, las escuelas estatales y nacionales empezaron a recibir la matrícula estudiantil en dos grupos. El primero asistió a clases los días lunes y miércoles; mientras que otro grupo de estudiantes, los días martes y viernes. Los días viernes se establecieron para atender a los estudiantes con problemas de aprendizaje y habilidades lectoescritoras.
Por otro lado, los colegios privados subsidiados y no subsidiados, volvieron a las aulas en el mes de septiembre del año 2021. Se organizó a los alumnos por grupos y horarios de atención y los estudiantes de media general asistieron presencialmente una vez por semana para presentar sus evaluaciones.
“Desde el primer llamado de regreso a las escuelas, las clases se impartieron en dos modalidades: virtual para los días de clases y presencial para la presentación de evaluaciones desde el mes de septiembre hasta marzo del año 2022”.
Los colegios privados crearon grupos de menos de 20 estudiantes por salón de clases de un metro y medio para aplicar las evaluaciones escritas.
Los estudiantes de las cinco instituciones consultadas, registran debilidades con la escritura, la lectura y los cálculos números. En los colegios privados los alumnos regresaron a clases con actitudes apáticas y desánimo para cumplir con las tareas. Con ayuda psicosocial y especialistas en pedagogía, los docentes crearon estrategias lúdicas para incentivar la lectura y la escritura. De igual forma, habilitaron horarios para atención personalizada para fortalecer las habilidades en matemáticas.
En cambio en la población que asiste a las escuelas del Estado venezolano, las debilidades en lectoescritura fueron influenciadas por el éxodo de familiares, inseguridad alimentaria, violencia familiar y depresión.
“Los estudiantes llegaron acéfalos”, declaró en entrevista un docente directivo quien señaló que las asignaciones fueron hechas por los representantes.
A su juicio, el plan “Cada familia una escuela”, empeoró el rendimiento de los alumnos. “Los estudiantes de cuarto grado no conocen las operaciones básicas de matemática, es decir, los padres les hicieron todo”, aseguró.
Destrucción en las aulas
Desde hace nueve años, con el propósito de modernizar la institución, la Fundación de Edificaciones y Dotaciones demolió 12 aulas de clases de la Escuela Primaria Carlos Urbano Penso, ubicada en el municipio Colina, sector Las Malvinas. La decisión dejó en la calle a los estudiantes y personal docente que protagonizaron protestas para exigir la reconstrucción de la institución.
En este contexto y ante la falta de salones, los padres y representantes se organizaron para habilitar espacios en la comunidad, entre ellos, salones y casas comunales que funcionaban como centros operativos de colectivos adeptos al chavismo.
Primero, segundo y tercer grado, reciben clases en la casa comunal; mientras que los grados de cuarto y quinto, reciben clases en aulas reconstruidas por los representantes.
“Nosotros compramos el cemento, la arena y reparamos algunos salones para que los muchachos vuelvan a clases, no es posible que estén regados por toda la comunidad”, dijo la representante Fray Díaz a la Agencia PANA.
En el año 2012, la planta física de una escuela ubicada en el municipio Democracia, al occidente de Falcón, sufrió daños a raíz de lluvias acompañadas con vientos que derribaron hasta el techo de la cancha. En el 2013 fue rehabilitada y dos años después comenzó a dañarse el techado completo de los salones.
El personal docente admite que ha recibido respuestas burocráticas, más no acciones; por consiguiente, el plantel se registró en el programa “Mi Escuela Bella” con el fin de conseguir apoyo del Estado. “Desde hace semanas la escuela funcionaba bien, venían nuestros niños y veían sus clases, pero en este momento con el inicio del periodo de lluvias, la escuela se encuentra en un estado crítico y es un peligro para todos”, denunció Felipa Rojas, representante.
La escuela bolivariana, ubicada en el sector Las Cruces del municipio Democracia, suspendió las clases presenciales dos meses después del anuncio de septiembre de Nicolás Maduro, luego de que cediera el 70% del techado producto de las fuertes precipitaciones registradas en la localidad.
Las carencias de los centros educativos no solo se reducen al deterioro de las infraestructuras, sino también al déficit de pupitres que impide que estudiantes de media general puedan asistir diariamente a clases. Además la falta de aires acondicionados, implementos deportivos, instrumentos musicales y material didáctico dificultan el aprendizaje.
En un colegio privado de la ciudad de Coro, municipio Miranda, adscrito a la Asociación Venezolana de Educación Católica (AVEC), posee una infraestructura de siglos y forma parte del perímetro de la Zona Unesco de Coro y La Vela.
El 9 de diciembre de 1993, Coro y su Puerto Real de La Vela fueron declarados por la Unesco en asamblea realizada en Cartagena de Indias, Patrimonio de la Humanidad por poseer un casco histórico.
Para este año 1.554 edificaciones fueron registradas, 746 con características tradiciones y 808 fueron calificadas como edificios contemporáneos. El deterioro de las edificaciones obliga a la demolición y pone en riesgo la declaratoria.
Según la información suministrada por el personal directivo de la institución, el techo representa un riesgo por la falta de mantenimiento de las instituciones del gobierno nacional encargadas de intervenir el patrimonio arquitectónico de la ciudad. Las solicitudes de apoyo no han sido atendidas desde hace tres años por la gobernación de Falcón y por el Instituto de Patrimonio Cultural.
Para el mantenimiento del colegio, los padres y representantes han aprobado un proyecto de inversión de hasta 30 dólares por estudiante para realizar mantenimiento a la infraestructura y evitar que el edificio pierda su valor arquitectónico.
El Estado venezolano solo cubre la nómina del personal docente a pesar de que la institución está adscrita a la Asociación Venezolana de Educación Católica (AVEC).
Dotación de bioseguridad
por cuenta propia
Voceros de la zona educativa en Falcón aseguran que las instituciones escolares aplican los protocolos sanitarios para evitar nuevos contagiados por la COVID-19. Sin embargo, las jornadas de desinfección son efímeras y los planteles educativos no han sido dotados de equipos de bioseguridad: guantes, mascarillas y/o alcohol.
En las escuelas estatales y nacionales, tanto alumnos como el personal docente, rehúsan los tapabocas, la mayoría hechos de manera artesanal. Tampoco existen equipos para medir las temperaturas y el debido respeto a las señales de distanciamiento.
Mientras que en las privadas y las subsidiadas, el consejo de padres y representantes a través de planes de inversión en conjunto con el personal docente, se encargan de dotar a los colegios con los implementos necesarios para desinfectar las aulas y garantizar un espacio libre del virus.
Las jornadas de vacunación se llevaron a cabo con éxito en las escuelas estatales y nacionales hasta la aplicación de la tercera dosis en alumnos y personal docente, no obstante en las privadas y subsidiadas, los padres y representantes desconfían de la efectividad de las vacunas y del plan de vacunación del Ministerio para la Salud.
Por ejemplo, en una escuela del sector San José de Coro, municipio Miranda, que posee una matrícula de 286 estudiantes, solo 100 alumnos fueron vacunados. Los otros 186 no han sido vacunados por decisión de los representantes.
Para este reportaje se visitaron 5 instituciones educativas, durante las primeras dos semanas de mayo. Se entrevistaron a 9 personas, de las cuales 1 eran niños, niñas o adolescentes.
Los nombres de los alumnos, representantes y docentes fueron cambiados u omitidos para proteger su identidad